19.6.07

Leonor Watling: "'Crónicas' habla sobre la atracción que ejerce el horror sobre las personas"

Este viernes se estrena Crónicas en España. Su protagonista Leonor Watling ha sido entrevistada por Àlex Montoya para Fotogramas. A continuación la entrevista íntegra:


Ante Crónicas resulta inevitable acordarse de El gran carnaval y El silencio de los corderos.

Pensé e
n El Gran Carnaval en cuanto leí el guión, pero los parecidos con El silencio de los corderos (Jonathan Deme, 1991) son más sutiles. Ocurren por el tratamiento que da el director al personaje de Damián Alcázar: hay un respeto absoluto que obliga al espectador a escucharl, a prestar atención a lo que dice, que es aterrador, claro. Y la relación entre él y Leguizamo... le embauca. Es de lo que habla el filme: la atracción que ejerce el horror sobre el ser humano, el magnetismo hacia el horror, cómo vamos despacito cuando vemos un accidente.

Eso y el todo vale para lograr una noticia.

Sí. Una de las cosas que más me gusta de Crónicas es que no te pone nada fácil decidir quién es el más culpable de toda esta historia: si el asesino, que es claramente un enfermo mental, si estos periodistas que venderían a su madre por grabar las imágenes más conflictivas, si el canal de televisión que pone dinero para que los reporteros pacten con la policía, si los 6 millones de personas que dan audiencia al programa...

¿Y qué le atrajo de esa productora que acompaña a Leguizamo a la caza de la exclusiva?

Esa especie de moral muy cómoda. De repente, a mitad de la historia, ella tiene un ataque de ética muy cuestionable. Si tiene las cosas tan claras debería actuar, pero ella participa de todo lo que hacen sus compañeros: lo enjuicia, lo critica, pero forma parte de ello. Entre todos decidimos que el personaje más sano acaba siendo el cámara (José María Yazkip): es el que más alejado está desde el principio, el que menos se involucra y más claro tiene lo que está haciendo, y que no piensa repetir.

¿Le curtió de algún modo rodar esta película?

En su momento sí. Leímos y vimos varios documentales sobre asesinos en masa. Eso impermeabiliza la piel. Además, rodar en Guayaquil o en Babahobo es muy duro. Si al primer día no te das la vuelta y coges el avión de regreso, ante el nivel de pobreza que te rodea te vuelves cada vez más insensible. Tengo un aguante muy, muy pequeño ante el sufrimiento de los demás: leo una historia truculenta en el periódico y me quedo jodida. Y durante estos cuatro meses, no sólo no me quedaba jodida sino que incluso hacíamos bromas. Es muy gracioso, porque yo me doy cuenta: parece que cambio mucho en los rodajes. Luego, todo eso se me pasó, gracias a Dios. Pero no hay duda que el rodaje en Ecuador es el más heavy que he hecho nunca.


¿Qué tal fue trabajar con John Leguizamo?


John me sorprendió mucho: aparte de ser alguien con el que el trabajo resulta superagradable, es una persona muy curiosa.

Dice que la sorprendió. ¿Cómo se mueven los Leguizamo o Elijah Wood, acostumbrados al dinero de Hollywood, en producciones pequeñas?


Lo he hablado con Álex [de la Iglesia] y con otros directores: al principio les tienes cierto miedo, por culpa de ideas preconcebidas e injustas. Crees que vendrán con exigencias y demás. Pero tanto John como Elijah, aún habiendo hecho películas como Moulin Rouge o El señor de los anillos, se mueven a menudo en un cine independiente, les motiva más el director y el guión que los presupuestos. Y ambos son ultraprofesionales. Si tienen que repetir 42 veces una toma, aunque luego no haya caravanas ni caterings, les da igual y lo hacen. Si debo destacar algo, es el aguante que tienen.


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