Leonor Watling: "Me disculpo por no cantar en español porque que el público te entienda es una sensación muy linda"
Leonor Watling y Alejandro Pelayo han sido entrevistados para el periódico asturiano La Nueva España.
Nuevo disco, ¿de dónde nace esta mañana eléctrica?
Cada disco es una historia, una aventura, un momento vital. Este disco es en realidad el resultado del primero y su gira y del segundo y su gira. No paramos de componer, nunca paramos, es una necesidad. El disco no está en la cabeza como tal, eso viene más ahora.
¿Qué cambia al debutar en una «multi»?
Que antes íbamos andando a Subterfuge a hacer las entrevistas y ahora vienen a buscarnos en un taxi. No, en serio, nosotros venimos con una propuesta que es una manera de entender la vida, un disco, una manera de ser visual, y nos han dejado jugar.
Aquí parece que desaparece cierta parte acústica de «Marlango». ¿Cierto?
Fuimos al estudio con la idea de dar a las canciones lo que necesitaban, aunque sí que habíamos tomado algunas decisiones previas: en cuanto a dinámica y en cuanto a cómo queríamos los planos de las melodías para permitir que las canciones se pudieran oír con la voz, el piano o el bajo. Queríamos que la tristeza y la alegría tuvieran cabida en las canciones. Sí es verdad que parte de la parte acústica está un poquito enterrada y que la guitarra eléctrica sigue mandando.
Detalles del proceso compositivo.
Al nacer así las canciones se prestan a todo. Yo me las he llevado muy rápido a la guitarra, por buscarle un poco las cosquillas a la armonía. Pero nuestro ejercicio, más que arreglar las canciones, es festejar que las tenemos. Luego se trata de buscar la información, de estar atentos para saber qué necesitan. Hay canciones que por más que trates de vestirlas de soldado son un bebé, y viceversa. Leonor suele venir con un estado de ánimo, más allá de sus cuadernos con letras o sus melodías, que también las trae. Pero lo que más nos gusta de lo que trae es un estado de ánimo al que intentamos ponerle nombre, y la suerte que tenemos es que solemos coincidir en ese estado de ánimo. Así que hablamos de películas, libros, situaciones y luego buscamos qué cosas van bien con otras. Jugamos, dejamos que pase el tiempo y luego nos ponemos a currar.
¿Y crecen en el local?
Sí, a partir de ahí empezamos a ensayar, se las pasamos a los músicos y al final nos vamos al local a aprendérnoslas. Allí es donde descubres que algunas canciones que igual iban hacia un sitio grande, al probarlas con los músicos alguien hace algo hermoso y se quedan en un sitio muy pequeño. Somos muy ansiosos y las sacamos rápidamente a su espacio natural. Otras veces ha pasado, como con «I do», que en directo funcionan bien arriba, pero que a la hora de grabarlas las hacemos pequeñas y en acústico.
¿Alguna clave respecto a esa «Mañana eléctrica» del título?
Es la sensación que nos dan todas esas canciones juntas: algunas han estado toda la noche sin dormir y otras se acaban de levantar. «The electrical morning» es el punto en el que se cruzan unas y otras.
¿También toman nuevos rumbos las canciones al echarlas a rodar en gira?
Ahí empiezan a hacerte trampas. Se vuelven mayores, se pelean contigo, se visten de otra manera. Es la parte más divertida. Igual te dan coletazo o una voz. Lo mejor es que a algunas les dejas muy claro que no pueden volver más tarde de las diez y se te presentan a la mañana siguiente.
¿Qué me cuentan de las letras de «Marlango»?
A veces hago un boceto, voy tarareando, miro qué entra y camino por esa senda... La mayoría sale cantando, porque lo del proceso de la página en blanco no me sale muy bien. Al final siempre tiene que ser con Alejandro, con el piano y con él. No son ejercicios literarios.
¿«Marlango» en español?
No sé trabajar otros idiomas. Tengo una tara y espero que algún día la supere. Cuando no pienso, no pienso en inglés.
No tiene que disculparse.
Es que lo piden mucho, y me da pena porque que el público te entienda es una sensación muy linda.
Nuevo disco, ¿de dónde nace esta mañana eléctrica?
Cada disco es una historia, una aventura, un momento vital. Este disco es en realidad el resultado del primero y su gira y del segundo y su gira. No paramos de componer, nunca paramos, es una necesidad. El disco no está en la cabeza como tal, eso viene más ahora.
¿Qué cambia al debutar en una «multi»?
Que antes íbamos andando a Subterfuge a hacer las entrevistas y ahora vienen a buscarnos en un taxi. No, en serio, nosotros venimos con una propuesta que es una manera de entender la vida, un disco, una manera de ser visual, y nos han dejado jugar.
Aquí parece que desaparece cierta parte acústica de «Marlango». ¿Cierto?
Fuimos al estudio con la idea de dar a las canciones lo que necesitaban, aunque sí que habíamos tomado algunas decisiones previas: en cuanto a dinámica y en cuanto a cómo queríamos los planos de las melodías para permitir que las canciones se pudieran oír con la voz, el piano o el bajo. Queríamos que la tristeza y la alegría tuvieran cabida en las canciones. Sí es verdad que parte de la parte acústica está un poquito enterrada y que la guitarra eléctrica sigue mandando.
Detalles del proceso compositivo.
Al nacer así las canciones se prestan a todo. Yo me las he llevado muy rápido a la guitarra, por buscarle un poco las cosquillas a la armonía. Pero nuestro ejercicio, más que arreglar las canciones, es festejar que las tenemos. Luego se trata de buscar la información, de estar atentos para saber qué necesitan. Hay canciones que por más que trates de vestirlas de soldado son un bebé, y viceversa. Leonor suele venir con un estado de ánimo, más allá de sus cuadernos con letras o sus melodías, que también las trae. Pero lo que más nos gusta de lo que trae es un estado de ánimo al que intentamos ponerle nombre, y la suerte que tenemos es que solemos coincidir en ese estado de ánimo. Así que hablamos de películas, libros, situaciones y luego buscamos qué cosas van bien con otras. Jugamos, dejamos que pase el tiempo y luego nos ponemos a currar.
¿Y crecen en el local?
Sí, a partir de ahí empezamos a ensayar, se las pasamos a los músicos y al final nos vamos al local a aprendérnoslas. Allí es donde descubres que algunas canciones que igual iban hacia un sitio grande, al probarlas con los músicos alguien hace algo hermoso y se quedan en un sitio muy pequeño. Somos muy ansiosos y las sacamos rápidamente a su espacio natural. Otras veces ha pasado, como con «I do», que en directo funcionan bien arriba, pero que a la hora de grabarlas las hacemos pequeñas y en acústico.
¿Alguna clave respecto a esa «Mañana eléctrica» del título?
Es la sensación que nos dan todas esas canciones juntas: algunas han estado toda la noche sin dormir y otras se acaban de levantar. «The electrical morning» es el punto en el que se cruzan unas y otras.
¿También toman nuevos rumbos las canciones al echarlas a rodar en gira?
Ahí empiezan a hacerte trampas. Se vuelven mayores, se pelean contigo, se visten de otra manera. Es la parte más divertida. Igual te dan coletazo o una voz. Lo mejor es que a algunas les dejas muy claro que no pueden volver más tarde de las diez y se te presentan a la mañana siguiente.
¿Qué me cuentan de las letras de «Marlango»?
A veces hago un boceto, voy tarareando, miro qué entra y camino por esa senda... La mayoría sale cantando, porque lo del proceso de la página en blanco no me sale muy bien. Al final siempre tiene que ser con Alejandro, con el piano y con él. No son ejercicios literarios.
¿«Marlango» en español?
No sé trabajar otros idiomas. Tengo una tara y espero que algún día la supere. Cuando no pienso, no pienso en inglés.
No tiene que disculparse.
Es que lo piden mucho, y me da pena porque que el público te entienda es una sensación muy linda.