Leonor Watling como Audrey y otros de sus mitos
Se pone delante de nuestro objetivo para reencarnar a sus grandes mitos. Tomen asiento... Empieza la función.
De ella siempre se dice que está en su mejor momento, y es que desde que empezó su carrera ha sabido mantenerse arriba.
Roba horas al día para dar conciertos con su grupo, Marlango, con el que está de gira presentando su nuevo álbum, The electrical morning.
Tras el éxito de Los crímenes de Oxford de Álex de la Iglesia, pronto volverá a los cines con Lezione 21, de Alessandro Baricco. Maquillador, estilista, fotógrafo... todos están listos para convertirla en sus iconos: Warhol, Audrey Hepburn, Sara Montiel y David Bowie.
Al comienzo de la sesión parece tímida, pero se va soltando hasta acabar metiéndose al equipo en el bolsillo. Entre foto y foto se nos descubre con una mirada difícil de asimilar por su cercanía y picardía, unas ojeras que hablan de vida y una sencillez que invita a la conversación.
«Una vez dijo amor. Se poblaron sus labios de ceniza», recita a Luis García Montero, mientras se enciende su eterno cigarrillo, toma el tercer café y dice que le encanta el maquillaje. Así es Leonor, impredecible.
¿Eres de las que juegan a ser una mujer diferente en cada ocasión?
Desde que nacemos actuamos, igual que respiramos, pero yo, como trabajo actuando, hace tiempo que decidí ser dolorosamente honesta en mi vida.
Tener que ser una persona abierta por tu trabajo, ¿no te hace buscar una parcela en la que nadie te perturbe?
Necesito un cuarto de descompresión forrado de colcha blanca (risas). No, enserio, hacer puzles me encierra en una burbuja personal.
Entonces, por tu cumpleaños siempre te caerá un puzle, ¿no?
Qué va, porque soy muy tiquismiquis, y los quiero con un determinado tipo de pieza y que sean entretenidos. Tengo una mesa donde siempre hay alguno a medio hacer, pero he de reconocer que no todos los termino.
¿Hay algo que te caracterice cuando te sientes cómoda?
Sí, que estoy muy callada. Cuando me relajo soy observadora, aunque me den brotes de hacer el payaso, luego vuelvo otra vez a meterme en mí y me dedico a mirar.
Conciertos, rodajes, promoción... ¿tienes una escala de preferencias?
Por supuesto, cuando llego a casa necesito quedarme en silencio un rato. Tumbarme, apagar el teléfono y no estar para nadie: ni mi madre, ni mi chico, ni nada. Si tengo quince minutos me siento y miro una pared en blanco; si tengo media hora, miro una pared quince minutos y luego los otros quince hablo con la gente, y si tengo 45 minutos, pared, hablar y puzle... Así de sencillas son mis prioridades. Parezco muy calculadora, ¿no? (risas).
¿Cómo ha sido trabajar en la primera película de Alessandro Baricco?
Conocerle ha sido un verdadero viaje en el tiempo, porque él es la quintaesencia del italiano renacentista en todo: en su pelo, en cómo se viste, en su manera de hablar... Su inteligencia y su sensibilidad forman un binomio genial.
¿Has adelgazado para que no te vuelvan a preguntar si estás embarazada?
(Risas). Es que adelgazo y engordo con mucha facilidad. En Los crímenes de Oxford estoy como mínimo con seis kilos más, en plan supermujer italiana. Es gracioso porque Elijah Wood, que es el protagonista, y yo somos de la misma altura, pero le sacaba un cuerpo. En las escenas de cama es como para gritar «¡pobrecitoooo!». Pero Álex de la Iglesia quería algo carnal, y yo lo estoy más que nunca.
Sara Montiel era ese tipo de mujer, ¿no?
¡Claro! A mí me encanta Sara Montiel. Había pensado en disfrazarme de alguien español, como por ejemplo Concha Velasco en Las chicas de la Cruz Roja, pero Sara tiene más glamour, y al instante me vino a la cabeza Veracruz.
¡Cómo la miraba Gary Cooper!
Es increíble, eso era química. No es que antes las mujeres fueran más guapas sino que los hombres las sabían mirar muy intensamente y con mucha testosterona.
¿Qué harías si te despiertas una mañana en la cama y eres David Bowie?
¡Y tengo a Imán al lado! Lo primero que hago es coger el móvil y empezar por la ele a llamar a mis colegas y tomarme unas cervezas con Lou... ¡Lou Reed! Luego con la te llamo a Tom Waits. Y así uno por uno a todos sus amigos, como si fuera lo más normal del mundo.
Tú tampoco tienes mala agenda: Almodóvar, Coixet, Baricco... ¿Qué dicen de ti tus amigos?
Que soy una freak y una sabia. También me dicen que soy una persona práctica emocionalmente.
La prensa del corazón te persiguió en un momento dado, ¿qué se siente al verse en una portada?
La verdad es que mi vida es bastante aburrida, porque no hago más que trabajar. Descubrieron que salía con mi chico (el cantante y compositor uruguayo Jorge Drexler) cuando ya había pasado tiempo y fue a él al que peor le sentó. No tengo tele, ni leo esas revistas, así que me da igual.
Las canciones que escribes están llenas de poesía, ¿qué sueles leer?
Últimamente leo mucho a poetas como José Hierro, Emily Dickinson y Ajo, que es una micropoetisa genial que dice cosas como: Te quiero y me importas un pimiento, ahora no lo entiendes pero lo entenderás con el tiempo. Conocer a gente como ella es la suerte que te da el trabajar en esto.
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor que te han dicho nunca?
Soy afortunada porque me dicen cosas maravillosas, pero lo mejor ha sido cuando me han dicho que soy buena amiga. Lo malo casi nunca me lo dicen a la cara, cosa que detesto, pero supongo que lo peor es que soy una egocéntrica.
¿Y te sientes identificada?
Bastante. Aunque yo creo que lo somos todos, ahora más que antes. Siempre hablamos de mi mundo, mi ética, mi...
¿Eres una persona romántica?
Soy más de fábula que de romanticismo. Las cenas a dos velas me inquietan y me ponen muy nerviosa. No concibo el amor de pareja eterno ni tampoco entiendo la palabra fracaso, son términos como inteligencia militar, que para mí no existen.