29.1.08

Sex, cigarrettes & Rita Hayworth

Entrevista publicada en la revista Cinemanía de enero de 2008. Texto por Mariló García. Fotografía por Paco Peregrín. Estilismo por Kattaca.

PUNTUAL, ES LA PRIMERA EN LLEGAR

Leonor Watling no se ha tomado aún su café ("podríamos ir a la cafetería pero hay mucho ruido", adelanta), aunque no le importa esperar. Son las tres de la tarde. En el estudio madrileño donde Leonor se va a convertir por unas horas en Rita Hayworth (Nueva York, 1918-1987) entran y salen maquilladores, fotógrafos, ayudantes y modelos. Sin embargo, Leonor parece ajena al frenético trasiego. "¿Nerviosa? Para nada", dice, mientras se enciende un cigarrillo y hojea el número de diciembre de Cinemanía, en el que Eduardo Noriega se transformaba en el protagonista de La naranja mecánica. "Da miedo. Se parece un huevo", exclama boquiabierta. Esto de disfrazarse le encanta. "Mi familia tiene una casa muy antigua en Segovia y desde el siglo XVIII nadie ha tirado nunca nada. Todavía hay ropa que mi hermana y yo nos poníamos desde pequeñas". ¿Así que te gusta posar? "A mí lo que me gusta es que me disfracen. Posar como Leonor, no, porque yo, ser, no soy nada en concreto, eso tiene más que ver con el ego", confiesa.


La actriz repite con Álex de la Iglesia, tras la película para televisión La habitación del niño (2006), en Los crímenes de Oxford, donde comparte suspense con John Hurt y Elijah Wood. Y además, lanza The electrical morning, su tercer disco con Marlango, cuyo segundo videoclip (Walkin' in Soho) iba a rodar al día siguiente en Barcelona. En resumen: entrevistas y más entrevistas. "Me he acostumbrado. Aunque hablar de mí me aburre, es aturullante. Cuando vuelvo a casa apago el teléfono, no puedo oírme, escuchar mi voz...". ¿Y siempre es así? No. Si la entrevista es buena... (resopla, emitiendo un bufido), la conversación te ayuda muchísimo. Es una buena terapia. No me había dado cuenta... Cuando es mala vas a piñón". Cruzamos los dedos.

Hablemos de Rita Hayworth en Gilda (Charles Vidor, 1946), cuya bofetada de Glenn Ford y su sensual striptease de guante mientras canta Put the Blame on Mame han pasado a la historia del cine. "Junto a Las modelos (Charles Vidor, 1944) me fascina lo que provoca, su sensualidad en Gilda. El hecho de que quitarse un guante fuera porno", dice la actriz. "Además, le atiza en la cara por quitarse un guante. Era suficiente esto (hace como que se lo quita) para entender que eso era sexo puro... Como Nine Songs ahora". Y ríe a carcajada limpia, para al segundo ponerse seria al pensar en Rita. "No nos gusta idolatrar la desgracia, pero hay algo en la gente que no está del todo ordenada, que no encaja, que tiene mucho imán".

EL EFECTO GUARANÁ

Su personaje en Los crímenes de Oxford es de los que buscan su sitio en el mundo. Lorna es para Leonor "la vida real que se cruza en el camino de dos hombres que viven poseídos por la intelectualidad. Por alguna razón , los conecta con un asunto de pasiones mucho más terrenales". Pareja de Martin (Elijah Wood), Lorna lo fue tiempo atrás de su idolatrado profesor, Arthur (John Hurt), con el que coincide en una sola escena. Esto dio lugar a una pequeña broma entre los actores. "John estaba celoso", explica Elijah Wood. "Estaba enamorado de Leonor. Hasta me pidió hacer algún flashback", ríe Álex de la Iglesia. Para el propio implicado fue injusto. "Era su amante pero no tuve ninguna escena de cama con ella. Lo hablé con Elijah. Le dije que era un cabronazo", remata con flema británica Hurt. Para Leonor, compartir con él aunque fuera sólo esa escena fue "un gran regalo", ya que luego coincidieron de nuevo en el rodaje de Lezione 21, debut del escritor Alessandro Baricco. "Hubiera estado más nerviosa. Me imponía como actor. Daba un miedo de la hostia... (risas). O sea: ¡Hola, Yo, Claudio". Y recuerda como anécdota: "Lo alucinante de trabajar con él es su experiencia, como cuando va y me dice: 'Cuando trabajé con Orson Welles...' (Leonor suelta una risa nerviosa y pone los ojos en blanco)" John Hurt le explicó que Welles nunca dejó de tener miedo a actuar porque a más años más opciones donde elegir y más posibilidades de equivocarse. "Y entonces le dije a John: 'Muchas graacias John por darme esta esperanza' Y me contestó: 'Eso fue exactamente lo que le dije a Orson'. Qué jodido... [risas]".

Si para John Hurt sentirse satisfecho con algo es "un insulto", la actriz reconoce que para ella también es difícil. "Me importa más lo que piense el director. Y Álex me dijo que estaba contento". Y las críticas de los demás, ¿cómo se llevan? "Las tengo en cuenta. Aunque si creo que tengo que hacer algo lo hago. Luego igual digo 'Menuda cagada'. Pues sí". Leonor pone como ejemplo el último videoclip de Marlango (Hold me tight), en el que, al estilo guaraná, se sube la camiseta por encima de la cabeza y se qeuda en sujetador. "Fue idea mía. Esa cosa que tienen los hombres de ¡guarrr!, ese punto mío de camionero, de reírme mucho de mi cuerpo. Hay que tener sentido del humor. Conmigo soy más hijaputa. Pero hay que hacer cosas. Cuando me preguntaban si había alguna razón para desnudarse en Son de mar (Bigas Luna, 2002), decía que no. Pues entonces, aquí tampoco [risas]".

¿Y eso de querer ser un tío? "En los festivales de cine saldría todas las noches. Un tío si llega con ojeras y sin afeitar está bien [risas]. Pero si eres chica te tienes que ir a dormir y perderte las fiestas buenísimas". Y añade: "Las carreras de los actores son más largas y bonitas. Las actrices con 55... ya te queda poco, hacer papelones de abuela...". Dice no entrar en webs sobre ella por pudor ("luego me siento rara") y odia que traten de etiquetarla. "Me da mucha angustia que la gente sepa de mí. Siempre he sido super rarita. Como decía Fernando Fernán Gómez: '¿Qué quiere ser usted? Quiero ser un bulto sospechoso entre película y película' [risas]". Un poco obsesiva ("aunque con el freno de mano siempre a punto"), Leonor conoce sus límites. "He visto películas que han sido taquillazos y a mí me han parecido repugnantes. Y he dicho que no porque moralmente he dicho: 'No puedo'. Admiro a los actores porno pero nunca haría ese tipo de cine. También rechazaría un papel en el que me tuvieran que maquillar más de dos horas. ¿El planeta de los simios? Ni de coña".

'SPAGHETTI' EN LA CAMA

Para ser Rita Hayworth, Leonor ha aguantado lo suyo (y lo sentimos). Tapar las cejas, perfilar las nuevas, una peluca que no se ajusta... Pero el resultado a la vista está. Para estar guapa hay que sufrir. Sensual y erótica, en el cine, como en las fotos, llena la pantalla. Como dice Álex de la Iglesia: "Tienes que mirarla, aunque haya otro actor. Tiene fuerza". Para Leonor: "En esta película me puse como rotunda, como más carnosa (saca pecho al decirlo), porque es así de natural... Es el año 92 y, claro, parece que no pero era ropa casi de los 80, de minifaldas apretaditas. En el mundo de la razón, cuando aparece Lorna ella es de tierra, de piel, visceral...".

Una muestra de esa rotundidad es una escena de cama donde la actriz, desnuda, y Elijah Wood juegan/se aman con unos spaghetti. Aunque el actor no lo entendió ("comer es muy sensual, aunque no diría que es común en mi país"), para Leonor resultó muy divertido. "Nos reímos mucho. Después de trabajar con Bigas aprendí cómo se deben hacer las escenas de desnudos", explica la actriz. "Aprendí con el mejor. Álex se reía mucho conmigo porque, como también me dice Pedro (Almodóvar, con el que trabajó en Hable con ella, 2002, y La mala educación, 2004): 'Sé una chica, asúmelo'. Y es que tengo un punto... Debe de ser por haber tenido muchos amigos: a veces soy mucho más bruta que el más bruto que haya en un rodaje". Así que Leonor, siempre p'alante... "En realidad, los spaghetti le caían a ella en la ingle y él se los comía de la ingle. 'Oye Álex', le dije, 'todo bien (ejem) pero yo lo de la ingle... buf, como que me cuesta'. Para rematar, no sabes el frío que hacía en esa habitación, pero espectacular", explica. "Pero me encanta porque no es intensísima, ni oscura. Es de... qué rico es follar. Y la estás viendo y está eso, cómo se quieren, qué bien se entienden. Y también es muy torpe, de caerse por el suelo, nos hicimos mogollón de moratones". A Álex de la Iglesia le importaban dos cosas: la naturalidad y que la escena no resultara sucia. "Si ensucian la cama tú desconectas. Ya no piensas en lo mucho que se quieren, sino en que se ha manchado la cama. Es así de primario". ¿Y Elijah, cómo se lo tomó? "No lo sabía, pero era su primera escena de cama", explica Leonor. "Me dijo cuando acabamos: ' Bueno, qué bien, ya está'. Y yo: 'Ya está, ¿el qué? [risas]. Y estuvimos tres días ahí...".

¿Eso quiere decir que si Elijah te hubiera dicho: "Soy virgen", habría resultado de otra forma? "No [se ríe]. En el fondo estas conversaciones son las que tenemos las actrices con los novios. Como 'a ver, te lo voy a explicar otra vez. Cuando se hace una escena de cama no hay nada sexual' [más risas]. Y sí me sigue pasando con mis parejas". ¡No es posible! "No, ya no, pero es lo menos fácil de entender. En el fondo es piel-piel, boca-boca... Pero una vez que has hecho una entiendes que es muy normal y son lo menos sexual del mundo. Estás en medio de un gemido y se oye '¡Corten!' Y tú: '¡Vale, bien!'. No te da para ponerte". Según confiesa Elijah Wood a él no le hubiera importado salir también desnudo, aunque matiza irónico: "Nadie tiene por qué ver mi culo, la verdad... Pero el culo de Leonor es otra cosa". Para el director se hubiera convertido en un problema: "Imagínate que cuando se abre el plano vemos el miembro de Elijah Wood". "No se hubiera hablado de otra cosa", le interrumpe Leonor. "Y además de no hablarse de otra cosa durante la película", continúa el director, "no era la intención. Si no, lo hubiera hecho". Álex termina la conversación pidiendo permiso para contar a Leonor lo siguiente. "Ella no quería enseñar las tetas, yo tampoco que se vieran. Pero ella pensaba que yo mentía". "Me tenía que quitar el sujetador e iba a parecer una escena de Aterriza como puedas, con esos planos de los 80", dice Leonor. Álex: "Así que le dije que se lo quitara, que no lo iba a sacar y que confiara en mí. Confío tanto que cuando rodamos se había dibujado en cada pezón una carita. Le dije: 'Vale' [se ríen]. 'Gracias por esta confianza sin límites".

Leonor en cama con 39º de fiebre. Aplazado el concierto de esta noche

Marlango ha tenido que cancelar el concierto de esta noche en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián. Una faringoamigdalitis pultacea aguda tiene a Leonor Watling en cama con 39º de fiebre. La actuación queda aplazada hasta el domingo 30 de marzo. El próximo concierto, este viernes en el Palau de la Música Catalana en Barcelona, queda por tanto en el aire. Desde aquí esperamos que se recupere pronto.

25.1.08

Este mundo va

Leonor Watling fue una de las estrellas invitadas (otras fueron Ana Torroja, Bimba y Alaska) al concierto principal de la gira Papitour de Miguel Bosé, el 21 de junio del año pasado en Las Ventas de Madrid. Juntos cantaron Este mundo va. Aquí tienes el vídeo de la actuación:

24.1.08

Leonor, Óscar y Alejandro se confiesan en la radio

Leonor Watling, Óscar Ybarra y Alejandro Pelayo estuvieron ayer en el Hoy por hoy Madrid de la Cadena SER para hablar sobre el concierto que tendrá lugar esta noche en el Circo Price de la capital. Con la directora del programa María Guerra charlaron sobre la actuación y tocaron Shiny fish, una canción que es según Leonor como "un pelo de gamba". Y fue también Leonor la que anunció que Alejandro será padre el próximo mes de febrero. Enhorabuena desde aquí.

21.1.08

Leonor Watling en MAN




Leonor Watling llena la portada del número de febrero de la revista MAN. Jerónimo Álvarez ha retratado a la actriz en la isla de Lanzarote en 15 sensuales fotos.

'Los crímenes de Oxford', nº1 en taquilla

Los crímenes de Oxford ha sido la película más vista en España en el fin de semana de su estreno, del 18 al 20 de enero, por encima de los estrenos de Hollywood y superproducciones palomiteras. Los crímenes... competía además en sólo 263 salas, muchas menos que las de otros filmes como American gangster o la secuela de Alien vs Predator Casi 400.000 espectadores ya han descubierto el enigma y han dejado en la taquilla de los cines una recaudación de 2.241.158 euros.

En El Periódico de Cataluña se puede leer hoy una entrevista a Leonor, en la que habla sobre Lorna, su personaje en el filme:

¿Qué le atrapó de esta enfermera a la que le fascinan los matemáticos?

El reto de interpretar a una mujer ubicada, carnosa, directa y segura de si misma, que no tiene miedo de que le digan no. Aunque no es una mujer sexy de talla 36 acostumbrada a llevarse a un hombre con solo mirarlo.

¿Se planteó dudas en la escena en la que solo la cubre un delantal de cocina?

Estoy todo el día en una furgoneta rodeada de músicos. Soy mucho más macarra que Álex hablando de escenas de cama. Soy contrafóbica, me ayuda mucho comportarme como un camionero. Yo le dije: "Personalmente cogería una doble por una razón estética. Soy tu actriz, si quieres que llore, lloro; si quieres que salga desnuda, salgo desnuda. Pero hay culos más bonitos en el cine. El día de rodaje me comentó: "Aquí tengo tres chicas, si no estás cómoda no lo hacemos --Álex es muy respetuosos, muchísimo--, pero me gustaría componer un plano secuencia. Así que le respondí: "Entonces no puedes recurrir a una doble". Pero no es mi trabajo ser bonita, a no ser que el personaje lo sea y me tenga que pasar por ello tres meses en un gimnasio.

18.1.08

Leonor Watling y Pedro Almodóvar en el estreno de 'Los crímenes...'

Hoy se estrena en cines de toda España Los crímenes de Oxford, la última película de Álex de la Iglesia (La comunidad, Crimen ferpecto), una de suspense protagonizada por Elijah Wood, John Hurt y Leonor Watling.

La historia comienza cuando una anciana aparece asesinada en el salon de su casa a las afueras de Oxford. Su cuerpo es descubierto por dos hombres que en ese momento se encuentran por primera vez: Arthur Seldom (John Hurt), prestigioso profesor de Logica, y Martin (Elijah Wood), un joven estudiante americano recien llegado a la universidad con la intencion de que el famoso profesor dirija su tesis doctoral.

La muerte de la anciana no es sino el primero de una serie de asesinatos con inquietantes puntos en comun. Son crimenes casi imperceptibles, que podrian incluso pasar por muertes naturales si no fuera porque cada uno de ellos viene acompanado de un mensaje: una imagen, un signo diferente en cada ocasion que, muerte a muerte, va dando forma a una serie cuya logica deberan descifrar los protagonistas. Recorrer ese camino supondra poner a prueba no solo las convicciones matematicas sino la propia forma de entender el mundo del profesor y del alumno ¿Podemos conocer la realidad? ¿Es posible alcanzar la verdad?

Los crímenes de Oxford fue rodada en inglés, por lo que en España se distribuirá mayoritariamente doblada al español. Quienes vayan al cine a ver esta versión se encontrarán con la (desagradable) sorpresa de no escuchar la voz de Leonor -como en otras ocasiones en las que la actriz ha participado en filmes no rodados en español- sino la de Alba Solá, una dobladora que puso la voz en más de 30 películas el año pasado y que esta semana participa en 2 estrenos, el ya mencionado y En el valle de Elah, en la que dobla a Charlize Theron. Por tanto, lo mejor es disfrutar de la película en versión original escuchando la voz de Leonor, que además no puede ser más diferente de la de la dobladora. Donde se pueda, claro.

Las fotografías que acompañan esta noticia fueron tomadas ayer, en el estreno de la película en en los cines Palacio de la Música de la Gran Vía madrileña. Esto es lo que escribieron los de Telecinco Cinema, productora del filme, sobre Leonor:

Leonor Watling, el oscuro objeto de deseo de la película, hizo honor a su papel y se convirtió en el fruto prohibido de la noche al llegar enfundada en un impresionante vestido rojo de generoso escote y subida a diez centímetros de tacón y luciendo una figura mucho más esbelta que en la película.


No faltó a la cita Pedro Almodóvar, que no se quitó las gafas de sol hasta entrar en la sala y que posó junto a Leonor. También estuvieron en la premiere los otros protagonistas de la cinta, John Hurt y Elijah Wood y su director, Álex de la Iglesia, y muchos más rostros conocidos como Aitana Sánchez Gijón (foto), Macarena Gómez, Gemma Cuervo, Alaska o el novio de Leonor, Jorge Drexler, que prefirió posar junto a Bebe (foto).

Más sobre Los crímenes de Oxford:

Leonor Watling: "Me ha dado mucha pena no haber podido trabajar con Fernán Gómez"

Entrevista en El Ideal de Granada. Por Fernando Belzunce.

Interpreta a Lorna, una enfermera muy práctica a la que le rodean matemáticos en busca de un enigma. Habría dado el pego como matemática.

Ja, ja, ja. ¿Tú crees? Dicen que proyecto una imagen como de alguien que ha leído. A lo mejor son las ojeras.

¿Cree que da imagen de intelectual?

Creo que es porque en parte soy bastante callada y creo que el silencio deja hueco para que el que te mira se imagine lo que estás pensando. Y en parte creo que también me han educado muy bien. Mi padre era muy estricto y tengo una educación que no es tan común. A la gente le choca eso en una actriz o en una cantante. Soy la que siempre abre la puerta y la sujeta para que pasen los demás. Me acuerdo de los ojos de mi padre Eso puede dar una sensación diferente. Cada uno a primera vista proyecta algo. Suele no ser verdad, pero para un actor esa imagen es decisiva.

Dicen que Álex de la Iglesia es un director muy particular.

Todos los directores lo son. Tienen que tener un ego muy marcado porque deben tirar de todo un ejército. Tu personalidad tiene que ser muy fuerte. Álex tiene su impronta. Me ha dado un personaje muy bonito.

¿Qué tal compañero es Elijah Wood?

Encantador, muy trabajador y divertido.

¿No tenía la sensación de besar a Frodo?

¡Noooo! Frodo es un personaje muy concreto, con esas orejillas, y Elijah no se le parece, en serio. Creo que para él es muy importante esta película porque en ella hace de hombre, no de chico joven. Alguien que está en transición hacia la madurez. Ya es hora de que se quite el personaje de Frodo y lo conseguirá porque lleva tantos años en el cine y ha hecho tantos personajes que sería injusto. Lleva desde los cinco años.

Dicen que John Hurt le ha conquistado.

Muy bueno. Mira, una de las cosas que me ha dado más pena ha sido no poder trabajar con Fernando Fernán Gómez. Tuve la suerte de conocerle. John Hurt tiene ese peso y en parte ha suplido esa carencia. Repetí con él en 'Lezione 21', de Alessandro Baricco, y fue muy bonito porque teníamos confianza el uno en el otro. Tiene inseguridad y eso es fascinante. Que alguien que ha hecho desde 'Yo Claudio' hasta la última de Indiana Jones tenga todavía inseguridad

¿Usted no la tiene?

Sí, sí. Soy muy insegura, muy indecisa, y lo paso bastante mal. Pero me refugio mucho en acatar órdenes. Mi misión es conseguir lo que quiera el director, algo que cambia cuando canto en Marlango.

¿Por qué?

Es muy curioso, pero no tiene nada que ver. Es algo que pasa en vivo, cada noche, con cinco músicos alrededor, con cosas que hemos escrito Alejandro y yo, muy personales El día 24 tocamos en el Circo Price de Madrid y el 1 de febrero en el Palau de Barcelona. Son conciertos importantes y mi misión ya no es acatar órdenes. Aunque eso no hace que me sienta más segura. A veces ayuda tener una excusa, que el personaje que interpretas lo haya escrito otra persona. De ese modo te atreves a hacer cosas que si fueran tuyas no harías

Sexo sin presión
Álex de la Iglesia dice que era la que quitaba presión a las escenas de sexo.

Sí, yo me reía. Entiendo que para un director es duro rodar esas escenas porque hay mucha literatura alrededor. Soy muy pudorosa en mi vida, pero cuando hago una película soy muy 'contrafóbica' y si me piden que llore, que me rasgue las camisas o lo que sea, lo hago. Menos cuando me enfrento al vértigo, que es una fobia mía, intento que al director no le cueste pedirme que repita una escena.

Van a ser muy comentadas.

Supongo. Porque son muy bonitas, además. Álex logró una cosa que parece una tontería, pero que es muy difícil. Son muy normales, muy agradables. Hay muy pocas escenas de cama lindas, sin más. Sin angustias, sin morbo extra. Simplemente dos personas a gusto en la cama. Eso lo logró Álex.

¿Es consciente del efecto que provoca en los hombres?

No mucho, la verdad. Recuerdo que Bigas Luna, cuando rodó conmigo Son de mar, me dijo: «Yo quiero que un día tomemos un café para que te veas lo que pasa cuando entras a un bar». Ahora es cuando empiezo a divertirme y me doy cuenta de que un escote tiene un poder infinito. Ahora me hace gracia que me miren el escote y antes me ponía nerviosa.

¿Dicen que una carrera depende más de los proyectos que se rechazas que de los que se aceptan?

Es el caso de todos los actores. Un actor no decide qué le ofrecen. Lo único que puede decidir es qué no hace. Yo no elijo que me llame Almodóvar. Ojalá.

¿Planifica su carrera?

No se puede. La única premisa que tengo es hacer cosas en las que creo. Una no puede saber qué película va a funcionar bien o no porque si no los bancos producirían películas. Pero si me gusta el guión, el director, tengo ganas y me creo el proyecto, me embarco. No sé actuar si no me interesa la película.

Conciliar Marlango con el cine no debe ser fácil.

No es fácil y a veces pierdes cosas. En los dos terrenos. A veces he perdido alguna película en la que me habría gustado estar, pero bueno, mientras sean ésas las pérdidas.

14.1.08

Leonor Watling: "Me podía haber evitado alguna película, como 'Tirant lo Blanc'"

A continuación la entrevista que le realizó Jordi Costa a Leonor Watling para el número de enero de la revista Fotogramas.

Erotismo inteligente

Sus ojeras dibujan el misterio de una mirada mapache y parecen hablar de mañanas eléctricas tras noches en blanco. Leonor Watling, el mito erótico inteligente del cine español, aborda en "Los Crímenes de Oxford" su papel más carnal: Lorna, sirena con pasado, seducida por el erótico fulgor de algunos cráneos privilegiados de la elite académica, suma a la última película de Álex de la Iglesia pasión, misterio y escenas cargadas de verdad... y espaguetis.

Leonor Watling espera a FOTOGRAMAS en una suite del Hotel Orfila, en Madrid, en cuyo techo aún parecen bailar las volutas del humo que dejó a su paso Viggo Mortensen, cuando estuvo ahí para promocionar Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006). Llega John Hurt y empieza a revolver el bolso de la actriz: ella se acerca, saca su paquete de cigarrillos y le ofrece uno. El star system global sigue ahumando las paredes del lugar a través de sus modestas contribuciones. Leonor se sienta, se relaja y se coloca frente a la grabadora como una ecuación que nunca será del todo resuelta.

Los Crímenes de Oxford propone una intriga cerebral y plantea a sus protagonistas un dilema vital entre la reflexión y la vida. Su personaje, Lorna, encarna precisamente la vida.
Es la carne de la película. No había leído la novela, pero Álex (de la Iglesia) me envió el guión y me dijo que había una escena en la que me iban a tirar espaguetis por encima y quería que la hiciera yo. Cuando me comunicó que iban a estar Elijah Wood y John Hurt, le dije que con lo de los espaguetis ya la había dado el sí, pero que con estos nuevos datos ya no me cabía ninguna duda.

Lorna es un personaje cargado de misterio. ¿Sabe de ella mucho más de lo que sabemos nosotros?
Charlamos bastante sobre Lorna antes de rodar, pero en la película no se habla mucho de ella. Construimos todo su pasado, aunque eso no se ve luego. A ella, lo que no le hace bien, lo aparta de su vida. Le atrae el tipo de hombre intelectual, pero para bajarlo de su pedestal y ponerlo a su nivel. Pensamos ponerle unas cicatrices en el brazo, indicando que había intentado cortarse las venas. También nos planteamos teñirle el pelo de rojo, como si hubiese sido la más moderna de los años 80 y hubiese decidido quedarse un poco allí. Me quedé con ese poso del personaje: es alguien que se lo ha metido todo, que se ha hecho todo el daño que se podía hacer y se ha curado. Está en ese punto que tiene la gente que ha tocado fondo, que ha pasado por el dolor: huye de lo que le hace daño.

Sexo... sin morbo

Sus escenas eróticas con Elijah Wood serán muy comentadas...
Para Álex era muy importante que los momentos de sexo fueran de buen rollo. Era necesario que te imaginaras a los dos personajes tomando un zumo de naranja por la mañana.

¿Ha sido la película con mayor carga erótica de su carrera?
He hecho bastantes películas con alta carga erótica. Entre ellas, Son de mar (Bigas Luna, 2001) y Malas temporadas (Manuel Martín Cuenca, 2005), que tenían secuencias mucho más fuertes. Pero las de Los Crímenes de Oxford son las primeras que he hecho de sexo normal: son bonitas, cotidianas, de verdad. Elijah y yo hicimos lo que nos pedía Álex.

¿Y cómo ha llevado el trabajo con Elijah Wood y John Hurt?
No conozco a nadie normal, pero, aun así, puedo decir que tanto John Hurt como Elijah Wood son muy normales: muy actores, muy currantes... Antes de conocerlos, uno tiene una fantasía de cómo van a ser y, normalmente, proyecta lo peor de sí mismo sobre esa imagen. Pensaba que probablemente Elijah, una megaestrella tan joven, sería un hijo de puta. Pero no fue así: es un actor muy europeo y tiene muy bien colocado el ego. Cuando nos conocimos y nos dimos la mano, nos convertimos directamente en compañeros. Me impresionaba más la perspectiva de tener que trabajar con John Hurt: estaba preocupada en tener un especial cuidado con mi acento, etcétera... Pero también fue maravilloso. Hurt hace de profesor y yo de alumna: nuestros personajes introducen el tema de la película. En Los Crímenes de Oxford solo tengo una escena con él y sentía bastante presión antes de rodarla, pero fue muy bien. Además, sabíamos que nos íbamos a ver en un mes en otro proyecto: después de este film rodamos Lezione 21, de Alessandro Baricco.

¿Por qué le preocupaba tanto el acento, si el inglés es su lengua materna y su principal herramienta como cantante de Marlango?
En la música el acento no importa, pero en el cine sí, mucho, y más a los ingleses. Los currículums de los actores ingleses tienen un apartado exclusivo de acentos, donde se consignan las variantes que son capaces de reproducir: norte de Londres, sur de Londres, Manchester, Edimburgo, clase alta, clase media, clase baja, clase baja que estudia en colegio bueno, etcétera... En cuanto abres la boca, saben dónde has estudiado, dónde has nacido... Yo tengo un acento hiperindeterminado, estoy en medio del Atlántico: a los norteamericanos les sueno inglesa, y a los ingleses les sueno norteamericana. A los norteamericanos no les importa que suene inglesa, pero a los ingleses les disgusta muchísimo cualquier cosa que no sea británica.

Estrella del micro

¿Ha sido difícil conciliar la carrera de cantante y la de actriz?
He conseguido equilibrarlas con mucho esfuerzo y paciencia. Sabía que en el mundo de la música habría suspicacias. También intuía que en el mundo del cine, muchos iban a pensar que había dejado de ser actriz. Por suerte, todo se coloca solo. Necesito hacer mi trabajo con Marlango, porque es como una terapia. Además, creo que le ha venido bien a mi carrera de actriz, porque te coloca mucho el ego.

¿Acaso el ego ha sido un problema en algún momento de su carrera?
Una película es del director y que en la discusión entre él y yo gana el director. Se trata de un problema de ego creativo, no de ego personal. Para salir guapa ya están las estrellas. Pero creativamente te resientes: eres el juguete de otro. Con Marlango mi ego está muy tranquilo: tengo mi juguete, escribo mis letras, ya está...

¿Se arrepiente de algo en su carrera como actriz?
No me arrepiento de ninguna película. Entre trabajar y no trabajar, prefiero lo primero. Como actriz aprendes en todos los proyectos, aunque me podía haber evitado alguna película, como Tirant lo Blanc (Vicente Aranda, 2006). Ahí aprendí a tomármelo como un trabajo al que iba por la mañana, hacía lo que tenía que hacer e intentaba no desesperarme por las noches. Y eso que me llevo bien con Vicente Aranda: es una persona maravillosa para ir a cenar, pero no para irme a rodar.

¿Eso le ha permitido formarse una idea de los proyectos a evitar?
Esto es como el amor: cuando te enamoras, te enamoras. Nunca sabes si va a salir bien. Con las películas ocurre lo mismo, es parte de la gracia. Que sea buena o mala es algo que no sabe ni Dios. Una vez te enamoras de un proyecto, tu razonamiento construye un andamio que aguanta con todo, incluso con que venga tu representante y te diga que has hecho una muy mala elección.

¿Está cómoda con su aureola de sex symbol inteligente?
Esa es una de las cosas que tengo apuntadas en mi cuaderno: hacer personajes que no parezca que han leído. Cuando alguien piensa en un personaje que quede bien si lo pones al lado de una biblioteca, y que parezca que ha leído por lo menos la mitad de los volúmenes que hay ahí, acaba pensando en mí. Pero he tenido mucha suerte con la gente que me ha llamado: un actor no elige lo que hace, sino lo que no hace. Yo no elijo que me llame Pedro Almodóvar: tengo la suerte de que me llame. Creo que un actor es tan bueno o tan malo como un director crea que es. Y un director es tan malo como el peor actor que esté en su película, y tan bueno como el mejor de su reparto. Pero es verdad que me interesan cosas raras, papeles pequeños, films arriesgados. Quiero ir cambiando: si hago Son de mar, intento que mi siguiente trabajo no tenga nada que ver con la idea del sex symbol. Lo importante de ser actor es no ser nada en concreto. Me gustaría interpretar un personaje que no supiera hacer ni la pe con la a, pero eso no es un personaje, es solo un rasgo.

Mi vida privada... es mi vida privada


¿Le ha resultado complicado preservar su vida privada?
Mi vida es bastante aburrida, porque no paro de currar. Si la prensa la ha respetado creo que ha sido también por cuestión de suerte y de tener paciencia por mi parte. Tampoco soy partidaria de aislarme de todo, porque para ser actor tienes que estar con todos los poros abiertos.

¿Dónde está su arma secreta de seducción? ¿En sus ojeras?
La idea de que soy intelectual creo que viene por lo de las ojeras. Es como llevar gafas: la gente cree que lees porque llevas gafas, y a lo mejor las llevas por jugar a la PlayStation.

¿Son esas ojeras el eco de esas mañanas eléctricas de las que habla el último disco de Marlango?
Mis electrical mornings son más de rodaje. El mundo de la música es menos disciplinado, y en él abundan los egos descomunales. Los actores somos muy disciplinados: te llaman a las cuatro de la mañana y ahí estás, como un perejil, esperando el coche que te va a buscar no porque seas guay, sino porque no se fían de que llegues al rodaje. Esto te coloca en tu lugar. Pero, en cambio, si te crees que te van a buscar en coche porque te lo mereces, te vuelves tonto. En un rodaje no hay nada de glamour: meas en un descampado y estás 28 horas rodando. Te vuelves muy buen soldado. El tour manager de Marlango estaba acojonado al principio, porque su idea de los actores estaba completamente distorsionada: se disculpaban si me hacían esperar una hora, pero yo estoy acostumbrada a esperar siete horas en un rodaje, y no me pasa nada. El trabajo de actor es bastante de mina, y el ego lo tiene el director: es su territorio. Si te pones malo, te inyectan lo que haga falta para que sigas currando. En ese sentido, creo que ser actor te hace ser muy buena persona. Los actores que conozco son muy buena gente.


Extras: Anterior entrevista a Leonor en Fotogramas

11.1.08

Todo sobre 'Los crímenes de Oxford'

El pasado 6 de enero el dominical del periódico El País llevaba a portada al director de cine Álex de la Iglesia con motivo del próximo estreno (el 18 de enero) de Los crímenes de Oxford, la película de suspense protagonizada por Leonor Watling, John Hurt y Elijah Wood. Además de una entrevista al realizador, la revista incluye un reportaje de Rocío García sobre el filme:

Nueve semanas y un día en Inglaterra. Una estrella de hollywood, un clásico del teatro británico, una bella actriz española y un director bilbaíno ante un reto: abandonar un estilo propio y abordar un ‘thriller’ clásico. Estuvimos con Alex de la Iglesia en el rodaje.

Finales de marzo de 2007. Hace un viento helador. El día más frío del rodaje. A Alex de la Iglesia sólo le falta cubrirse las capas que lleva encima con papel de aluminio. En la calle Broad de Oxford (Reino Unido), agitada siempre por alumnos, profesores y bicicletas, un estudiante entusiasmado camina con un viejo profesor. Discuten acaloradamente. “Eso no es cierto, es una opinión”, dice el hombre mayor. Se llama Arthur Seldom y es un profesor de matemáticas veterano y sólido. “Podríamos tener la absoluta certeza si confiáramos en la palabra de los testigos o lo viéramos con nuestros propios ojos; yo confío en mis ojos”, le contesta Martin, joven estudiante de lógica, mientras tropieza en un agujero de la calle y cae. “Las cosas están aquí, bajo nuestras narices. No hay ninguna duda. ¡Estos malditos adoquines existen!”, continúa Martin, y toca el suelo con la mano, “¿o puede usted refutar una cosa así? No puede”.

Seldon y Martin intentan desentrañar un asesinato. Cada uno busca sus propias razones en la matemática o la lógica. Se han conocido hace poco. A la Universidad de Oxford ha llegado Martin, estudiante norteamericano, con la intención de que Seldon, un afamado catedrático de lógica, le dirija su tesis doctoral. Se encuentran por primera vez en el salón de una casa en las afueras de la ciudad, donde comparten un descubrimiento: el cuerpo de una anciana asesinada. La muerte de esta mujer no es sino el primero de una serie de asesinatos con inquietantes puntos en común. Cada uno de ellos viene acompañado de un mensaje, un signo diferente que, muerte a muerte, va dando forma a una serie cuya lógica deberán descifrar ambos. Uno prefiere la lógica; otro, la matemática. Recorren un camino donde se esconden enigmas y preguntas. ¿Hay algo de verdad? ¿Quién es el asesino? ¿Existe una lógica oculta? ¿Con quién están jugando?

La secuencia no ha durado mucho, para placer de todos, director y actores. También para el equipo y las decenas de admiradoras, la mayoría japonesas, que se lanzan en masa al descubrir la verdadera identidad de Martin. Es Elijah Wood, el famoso Frodo de El señor de los anillos. Sacan sus cámaras y sus teléfonos móviles y buscan como poseídas la manera de acercarse al actor. No tiene apenas protección, pero se le ve absolutamente relajado y además suelta risotadas. Parece un estudiante más, delgado y simpático. “Nada de fotos, por favor, nada de flash”, pide una y otra vez el ayudante de dirección. Al profesor Seldon no le persiguen, pero deberían. Es John Hurt, uno de los intérpretes más sólidos e inteligentes de la escena teatral y cinematográfica, inolvidable en tantos títulos (Dogville, Harry Potter, Contact). Es maduro y atractivo.

Elijah Wood y John Hurt son los protagonistas de Los crímenes de Oxford, la película del realizador vasco Alex de la Iglesia que se estrena el próximo día 18. Basada en la novela del mismo título del escritor argentino Guillermo Martínez, comienza con un asesinato, y el motor de la historia se centra en el deseo del espectador por descubrir al asesino. Rodada durante nueve semanas y un día en Oxford y Londres, Los crímenes de Oxford es una producción mayoritariamente española (Tornasol Films y Estudios Picasso), también francesa y británica, que se ha rodado en inglés con un presupuesto de ocho millones de euros, sin incluir copias ni publicidad. Y junto a Wood y Hurt está la actriz española Leonor Watling, la que, en medio de la lógica y la matemática, representa la carne, la visceralidad. La que tiene los pies en la tierra, la más sana y clara, también la más básica, aunque, como todo en el filme, con su correspondiente lado oscuro. Los tres forman un triángulo enigmático en las brumas más misteriosas de Oxford.

El director ha ido plasmando, día a día, en un blog sus impresiones. Ahí dejó constancia de su cansancio y su pasión. Lo ha hecho con el corazón, quizá con demasiado corazón. No se ha ahorrado nada. Ni halagos, ni enfados, ni tan siquiera autocríticas.

Hoy recibe la visita de algunos periodistas venidos de Londres, y está especialmente tranquilo, pero muy serio, casi parece preocupado. Además ha venido su hermana Arantxa a estar con él. Preocupado ha estado siempre a lo largo del rodaje. Sólo se relaja en la habitación del hotel de carretera, cercano a Oxford, donde duerme el equipo. Y es en esos momentos de intimidad, cuando no puede dormir o se agobia por tener que poner una lavadora y secar la ropa para viajar al día siguiente a Londres, cuando se sincera de verdad. “Como no puedo dormir y no tengo a nadie a quien contar mis pesadillas nocturnas, las cuelgo en la Red”, confiesa. Ese mismo día de marzo escribe en el blog: “Hoy hemos tenido una aparición estelar: el equipo de televisión se me metió en un plano. De pronto, unos tipos al fondo con una cámara. ‘Corten’. Los de televisión, tan felices. ‘Ah, ¿se nos ve?’. Sé que la televisión está con el cine español, pero un consejo: no os lo toméis tan al pie de la letra. Un abrazo desde aquí con cariño. Ya se me ha pasado el cabreo”.

Hay varias cosas que se estrenan con Los crímenes de Oxford, segundo proyecto internacional de Alex de la Iglesia tras Perdita Durango. Lo primero, un nuevo campo para un realizador que deja atrás un cine con estilo propio y se adentra en un thriller duro, seco y trágico, de compostura clásica, alejado de títulos como Crimen ferpecto, La comunidad o El día de la bestia. También se estrenan en el cine español dos potentes estrellas del panorama mundial: Elijah Wood y John Hurt. “Qué placer trabajar con ellos, moverlos en la secuencia, decidir su interpretación, marcar sus intenciones, discutir cada detalle, controlar su fuerza, establecer sus movimientos, construir el plano”, narra De la Iglesia en el blog.

Lo que no cuenta es el encuentro que mantuvo con cada uno cuando les hizo llegar el guión y se citó con ellos. Con Wood, el encuentro fue en un café de Nueva York. A la media hora, el actor norteamericano ya sabía que iba a trabajar con el realizador español. “No conocía sus películas”, dice en una lujosa habitación de un hotel madrileño. “Las vi una vez que le conocí y le había dicho que sí al proyecto. Me encantaron, pero, sobre todo, me fascinó él. Es una persona pasional y divertida, con un lado oscuro y negro al que le sabe sacar su punto más cómico. El guión que me presentó me enganchó por ese misterio criminal contado de manera tan distinta, con las matemáticas como forma de deducción. Supe que no podía dejar pasar la oportunidad de trabajar con él, que no le podía decir que no”.

Wood habla también con aparente normalidad de otro de sus estrenos en el filme: por primera vez, a sus 26 años, ha protagonizado una escena de sexo. Y lo ha hecho con Leonor Watling, Lorna en la película. Sólo fue al final de la escena cuando el actor le confesó a su compañera que había sido la primera vez. “Leonor es tan bella”, explica, “me proporcionó comodidad. Ayudó mucho la relación que establecimos desde un principio”. Watling le quita importancia: “Yo le ayudé, pero él también a mí”.

La voz de John Hurt embelesa, atonta: “No tiene ningún mérito, es la voz de mi familia; mi padre y mi hermano también la tienen”. El almuerzo primero de Hurt con Alex de la Iglesia fue en Londres. El actor británico lo recuerda bien: “Entró como un torbellino. Conversamos durante unos 45 minutos. Él me dijo: ‘Estás ante el director más equivocado para esta película’. ‘Estupendo’, le dije yo, ‘porque estás delante del actor más equivocado para ella. Nos vamos a entender”.

Y vaya si lo hicieron. Hurt y Wood hablan maravillas del realizador. “Quiero trabajar con directores que tengan una visión especial de las cosas, y Alex sin duda la tiene”, asegura Wood, que no hace alarde de su poder en el mundo del cine. Se siente como un miembro más del equipo, como quedó demostrado durante el rodaje en Inglaterra, cuando por las noches se sentaba en el hall del hotel de carretera con todos sus compañeros y técnicos y reía a carcajadas.

A Hurt se le veía menos en los descansos. Por algo estaba en casa. “Lo que más destaco de Alex, además de su pasión y su fuerza, es la falta absoluta de miedo ante la inteligencia del público. Su cine, y más concretamente esta película, incita al espectador a pensar”.

De lo que piensa el director de sus dos intérpretes hay ejemplos a centenares en el blog. Uno: “Hurt es una especie de transmisión de emociones de alto voltaje. Elijah es transparente”. Otro: “Elijah me volvió a demostrar ayer que es posible ser elegante, educado y el más grande de los profesionales, al mismo tiempo que estar literalmente muerto de cansancio. No tengo palabras. Gracias. Elijah, de mayor quiero ser como tú” (marzo de 2007).

En medio de esta potente pareja, la más bella, Leonor Watling, la mujer por la que ambos se pierden y no se pierden. Watling ya había trabajado con el realizador en una pequeña serie para televisión. “Es tan pasional y energético…”, dice. “Para una actriz, que te llamen una vez es genial, pero que vuelvan a hacerlo una segunda es precioso”. El personaje de Leonor, Lorna, es una enfermera española en Inglaterra. Ella es la testigo del enfrentamiento entre profesor y maestro, entre dos formas diferentes de ver la vida, como en los grandes cuentos clásicos. “Ellos están en el mundo de la razón, y yo estoy más en el del corazón”.

Y entre corazón y razón, muchas preguntas y muchos juegos. Por algo, Alex de la Iglesia dice que Los crímenes de Oxford es como un castillo lleno de trampas.

5.1.08

Musa invernal

El pasado sábado Leonor Watling era portada del semanario de tendencias Yo Dona. Ésta es la entrevista, por Eduardo Mendicutti, y las fotos, por Jerónimo Álvarez:

Hay algo silencioso en Leonor Watling. No es fácil explicarlo, porque esa cualidad silenciosa no tiene nada que ver con un posible carácter reservado ni, muchísimo menos, con falta de expresividad. Todo el mundo sabe que Leonor Watling es una actriz magnífica y una cantante de un virtuosismo técnico y personalísima capacidad de seducción, pero hay algo en ella que parece callado, o quizá susurrante, amortiguado. Leonor Watling habla mucho y habla bien, y tiene un lenguaje corporal claro y expresivo, así que uno cree que esa veta silenciosa es, por contradictorio que suene, un misterioso ingrediente de su manera de mostrarse tal como es. “Debe de ser mi lado británico, una cuestión de código de comportamiento. Claro, que a los ingleses les resulto muy española, con ese carácter extrovertido que se nos supone. También habrá influido el ser la menor de cuatro hermanos, con mucha diferencia de edad, sobre todo, con mis dos hermanos mayores: eso me llevó a mirar el mundo desde una especie de lejanía, y algo me habrá quedado. Y algo de aquella pregunta que yo me hacía: ¿por qué me llamo Leonor? Una forma de preguntarse, una niña, ¿Por qué yo soy yo y no soy tú?, como el personaje de El cielo sobre Berlín, de Peter Handke.” Sus padres –él segoviano de libro, aunque nacido por alguna razón pasajera en Cádiz; ella, inglesa- quisieron llamarla Eleonora, pero no pudo ser, en España aún no estaba permitido ponerle a una niña un nombre tan exótico y nada cristiano. Así que se llama Leonor, pero Leonor Elizabeth, y tampoco es que lo de Elizabeth sea muy español y muy cristiano. Se llama así por Leonor de Aquitania, tan pionera del feminismo ella, pero también –dice Leonor, divertida- “como homenaje de mi madre a la corona británica”.

Tiene, como se puede ver, explicaciones razonables para ese lado silente que yo le veo, esa extraordinaria y fecunda rareza de saber conservar y enseñar un lugar silencioso y tranquilo de sí misma mientras habla, ríe, abre mucho sus enormes “ojos gatunos” –Pedro Almodóvar dixit- y parece abrazarse cuando alguna pregunta o algún comentario le turba. Si Leonor Watling fuera Audrey Hepburn en Desayuno en Tiffany’s cantando Moon River mientras acaricia el gato, Leonor Watling también sería el gato. No sé si me explico.

De todos modos, no es extraño que esa insólita combinación de contrarios pueda llevar a algunos a tener una impresión equivocada de la Watling. Yo mismo estaba de lo más desnortado al imaginar sus orígenes familiares. Su porte nada racial, su preferencia por cantar en inglés, su currículum salteado de clases de ballet, de música –jazz, soul, gospel- y de películas con reparto internacional, que parecen indicar no sólo el dominio de idiomas sino cierta soltura cosmopolita desde la infancia, me hicieron pensar en eso que se llama una familia bien. Se ríe. “Mi familia no estaba en absoluto sobrada de medios económicos. Pagarme las clases de danza suponía para mis padres un sacrificio. Pero tuve una infancia privilegiada. Mi padre siempre nos dijo que no heredaríamos dinero, sino el gusto por la cultura. También fue un privilegio el poder ir un poco a mi aire, aprovechar bien esa actitud permisiva con la pequeña de la casa de ‘mira, haz lo que quieras’. Y tuve la suerte de empezar a ganar dinero muy pronto, y con una película muy especial, Jardines colgantes, de Pablo Llorca. Y enseguida empecé a trabajar en series de televisión. Con 16 años ya podía yo pagarme las clases de interpretación y de música.”

Lo que dejó enseguida fue el ballet. De hecho, nunca fue bailarina, nunca llegó a formar parte de una compañía de danza, aunque se haya dicho lo contrario. “Con 13 ó 14 años ya me di cuenta que aquello no era lo mío.” Sus padres, después del sacrificio que hicieron para pagarle las clases fueron comprensivos, supongo.

Se reconoce tímida, pero le digo que eso no me parece a mí un rasgo distintivo de los de su gremio: no hay actriz o actor que no haga confesión de timidez. Se ríe y se abraza cariñosamente a sí misa como muestra de apoyo frente a mi tímida y risueña objeción. Está visto que aquí tímidos somos todos. “Tiendo a ser obsesiva por miedo, por inseguridad. Y nunca me encuentro más incómoda que cuando creo que estoy fuera de lugar. Siempre procuro entender al otro, pero con quienes me siento realmente bien es con los cinco amigos que tengo desde hace 10 años.” Afirma ser reservada. “Desde muy pequeña tuve la sensación de que nadie sabía muy bien qué estaba haciendo. Y tengo muchos compartimentos. Como actriz, eso es un regalo, me permite encarnar personajes que parecen muy alejados de mí, en los que nadie me reconoce, pero que tienen cosas que yo reconozco que tengo.”

Ha elegido muy bien sus películas, y con ellas ha ganado montones de premios. En enero estrenará Los crímenes de Oxford, de Álex de la Iglesia, compartiendo cabecera de cartel con Elijah Wood y John Hurt, y poco después, La lección 21, primera película del escritor italiano Alessandro Barico. “Yo soy muy buen soldado. Soy una actriz obediente al director, pero también pienso que, si me confían un papel, esperan que yo aporte algo al personaje y que haga sugerencias, y discuto mucho. Eso sí, cuando el director decide cómo debe ser mi interpretación, yo lo acepto. Y en el trabajo no me obsesiono con ser perfecta. La perfección me paraliza.” (...)

“Cuando canto me expreso con más libertad que cuando interpreto un papel: soy más yo. Soy letrista, pero las letras son complemento de las canciones, y para mí no son un ejercicio literario. La vinculación de nuestra música con Tom Waits es más ética que estética, nos influyen más su integridad como artista y su riqueza de registros que sus canciones. Alejandro y yo somos muy de la canción francesa. Y reconozco que hemos tenido suerte: los medios nos han hecho mucho caso. Además, creo que ya hemos superado las reticencias que levanta la figura de conocida actriz que, de pronto, graba discos. (...)

Entre tanto ajetreo profesional, encuentra tiempo para cuidar su vida afectiva –su pareja es el cantante Jorge Drexler- y para meterse en proyectos desinteresados, sin cobrar un euro –“procuro que el dinero no controle mi carrera”-, como el reportaje fotográfico que acompaña esta charla, un proyecto del fotógrafo Jerónimo Álvarez sobre las cuatro estaciones. “Estas fotos corresponden al invierno, y también hemos hecho el otoño y el verano, sólo queda pendiente la primavera. Es como rodar una película.”

En algún momento me ha dicho: “Cada vez aprecio más el silencio”. Tal vez se refería a ese lado silencioso que yo noto en ella. Eso significa que cada vez se aprecia más, saludablemente, a sí misma. Tiene motivos.